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lunes, 28 de marzo de 2016

Ser mayor

Cuando sea mayor quiero 
mirar a la vida de frente 
y reconocer bajito que a veces te echo de menos.
Cuando sea mayor quiero 
poder hablar de ti sin que me tiemble la voz.
Cuando sea mayor quiero 
poder decir tu nombre sin tanta pena.
Cuando sea mayor quiero
besar a alguien como te besé a ti,
tocar a alguien como te toqué a ti,
amar a alguien como creo que hice contigo.
Pero sobre todo,
si algo quiero cuando sea mayor,
es ser al menos la mitad de feliz
que era estando en tus manos.

sábado, 19 de marzo de 2016

Marzo

¿Sabes?
A veces ando por calles que me hablan de nosotros.
Les he pedido que se callen,
que se guarden nuestros besos, mis ganas y tu impaciencia,
que olviden mis esperas y tus luces de emergencia.
Les he dicho que la mayor parte de la historia fue invención mía,
que los mejores efectos especiales fueron en mi cama 
y que yo muchas veces solo sabía comunicarme contigo por sonrisas.
Les he contado que mis labios rojos tuvieron la culpa
de no conseguir marcar más que tus camisas,
que mis uñas trazaron el camino de vuelta
para que nunca perdieras las ganas de ponerme nerviosa.
Me han reconocido que fueron testigos
de las miradas que me dedicabas,
de cómo tus manos se enredaban en mi pelo 
y como mi lengua suplicaba un poco más.
Les he pedido que lo ignoren,
que dejen de recordarme porque alguna vez tuve tanto miedo
a reconocer que te quise mío 
y aún así me conformé con las películas que yo me montaba.
También les he confesado 
que la intensidad no está reñida con el tiempo,
que alguna vez en tus manos me sentí especial
y que mi principal objetivo a tu lado era mantener la compostura.

Y aún así no pude reprimir el preguntarles 
por qué fui tan estúpida
por qué nunca fui capaz de hablar claro 
ni de controlar mis emociones
y sobre todo por qué nunca quise hacerlo.




lunes, 14 de marzo de 2016

Freedom

No,
I don't endure it. 
I can't see you through the mirror that way,
I can't see you anymore with this sad smile,
not with your closed eyes.
Yes, your eyes were swimming with tears
but I can't explain how you can't stop to smile.
It's as I said you:
"little, never remove the smile of your face,
especially when you feel that nothing is ok,
over all when you feel alone...

Smile, because the happiness is inside you, as the sadness.
Smile, your freedom and your dreams are waiting for you,
and this reason is enough to continue forward."

domingo, 13 de marzo de 2016

Epílogo

Si tuviese que escribir mi caótico prefacio, probablemente intentaría utilizar las palabras correctas para decir claramente y de manera concisa, que me gusta complicarme conscientemente la vida. Me enamoran las historias complicadas, los amores imposibles y lo que nunca termina de terminar, valga la redundancia. Pero juro solemnemente, como drama queen number one, que todo esto llegó a un límite que me superaba, o eso creía. 
Y es que yo, defensora proclive de la libertad, tendía a enredarme en ese tipo de situaciones de las que luego no sabes cómo salir ilesa emocionalmente por la simple y llana razón de que el resto me aburrían, lo predecible no estaba hecho para mí. No al menos a corto plazo.

El problema es que irremediablemente tendí a escribir el final antes de la historia que pretendía contar. Y en vez de que el prefacio tuviese una considerable consistencia, mi epílogo había acaparado todo el protagonismo y toda mi atención.

No sabía cuales eran las preguntas adecuadas que debía hacer para ordenar mis ideas, tampoco estaba segura de si realmente quería saberlo y, por supuesto, dudaba de si realmente era necesario ese cúmulo de suposiciones... A fin de cuentas, lo que realmente nos unía era lo desconocido.
El problema llegó cuando empecé a encontrar las respuestas que necesitaba en sus manos, en sus "buenos días", en su extraña manera de decir las cosas al revés y en la infinita sonrisa que en mi cara se dibujaba cuando algo de lo que me rodeaba tenía que ver con él. También vino a partir del conformismo de nunca sentirlo mío, de la extraña inocencia que me envolvía si lo tenía delante, de su manera de mirarme, de la forma que teníamos de comernos las calles a besos y de las veces que me enredó el pelo en mi cama. Las preguntas llegaron en forma de misterio, de naturalidad dosificada y de constante incertidumbre, de no saber hasta donde llegar y aún así, no tener necesidad de nada más. Las respuestas fueron llegando paulatinamente según la complicidad ganaba, las esperas se acortaban y los silencios dejaban de ser incómodos. 
El desconcierto empezó a ser algo adictivo. ¿Qué si era suficiente? Yo aún no lo tengo muy claro, pero algunas veces pienso que las mejores respuestas me las daba precisamente cuando se callaba, cuando solo me miraba como él sabía hacerlo.